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Kyopo, 2010-2014

The Kyopo
 
Where do we come from? This is the question we all must ask ourselves at some point, and it points to the core of our identity. To know where we come from, what our family or culture is like, is to discover a murmur in our blood, the history that has given us life. 
 
14,876 km. That is the distance the Koreans traveled to go from the Peninsula to a place located in the north of South America: Venezuela. This tropical country, where snow, desert, jungle and sea coexist, became home to many who left their country to improve their lives and those of their families.
 
The first Koreans to arrive in Venezuela did so perhaps by accident, between 1900 and 1940. Many of them were day laborers or fishermen whose original destination was Panama, Brazil, Peru or Argentina.  But, as chance would have it, these migrants started a small community together with others such as the Chinese and the Japanese. 
 
Later, at the beginning of 1960, the Republic of South Korea was born, and it opened an embassy on Venezuelan territory. The establishment of diplomatic relations between both countries and the bonanza spurred by oil exploitation in Venezuela, transformed this distant place into a transit station for Korean migrants, where they could benefit from visas and legal work. As a result, many were able to prosper and continue their journey to the United States.
 
Between 1960 and 1980, the Korean community in Venezuela grew rapidly and family reunions became more and more frequent. Over the years, the land became home to the kyopo people, who were able to establish themselves through the creation of small businesses, Taekwondo schools and a Christian church. Thus, Korean culture not only lived in the homes of these families, but also had an impact on Venezuelan society through the values that were transmitted both through sports and faith.
 
In 1990, a period of political instability began in Venezuela which forced many Koreans to migrate again, this time to larger communities in Latin American countries such as Brazil, Mexico and Argentina, or simply to return to Korea. As a result, the community was reduced to 300 people. For many years, these stories remained only in family memory until, in 2010, a young Korean-Venezuelan named Suwon Lee (Caracas, 1977) rediscovered her heritage and culture.
 
The Kyopo (2010 - 2014) is the result of Lee's quest for the answer to the question: where do we come from? The artist recovers a part of her history through photography, creating a space for the recognition of Koreans outside the Peninsula, and of their children, a generation between two cultures.
 
This is an important work in the sense that it gives a face and a name to a community. It gives Koreans in Venezuela the opportunity to see and be seen, to recognize themselves as a group and to share the spaces of their intimacy, their homes and workplaces, their celebrations and mourning. 
This work is an attempt to better understand the reconstruction of Korean history outside of Korea, where life is marked not only by great moments, but also by the small conquests of individuals. The kyopo succeed in overcoming the difficulties of distance, language, climate and gaining a space in Venezuelan society. From there, they can rebuild themselves by reaffirming their identity as Koreans and as migrants.
 
Photography is the expression of existence, a way to document identity and bear witness to who we are. That is why, in this work, portraiture breaks the dichotomy between being from here or from there. As a consequence, Lee materializes the experience of growing up and living between two cultures: on one hand, Korean culture with its colors, flavors, long tradition and national pride; on the other, the Caribbean culture of sun, dance, miscegenation and a young history. In this way, Korean-Venezuelans are as Korean as they are Venezuelan. 
 
The Kyopo offers the possibility to tell new stories, and rescue the identity of Korean migrants around the world, who can now share their names and faces to become more than just a number in books. Today, thanks to Lee, Venezuela and Korea meet once again in migration, in the image of those who take their homeland and culture to new horizons to enrich and fill the world we live in with diversity.
 
R. Indira Valentina Réquiz Molina

2022
 

 

Los kyopo

¿De dónde venimos? Esta es la pregunta que todos debemos hacernos en algún momento, y que apunta al centro de nuestra identidad. Saber de dónde venimos, cómo es nuestra familia o cultura es descubrir un murmullo en nuestra sangre, la historia que nos dio la vida.

14,876 km. Esa es la distancia que recorrieron los coreanos para viajar desde la Península hasta un lugar ubicado al norte de América del sur: Venezuela. Este país tropical, donde conviven la nieve, el desierto, la selva y el mar, se convirtió en el hogar de muchos; quienes dejaron su país para mejorar su vida y la de sus familias.

Los primeros coreanos en llegar a Venezuela lo hicieron tal vez por accidente, entre 1900 y 1940. Muchos de ellos eran jornaleros o pescadores cuyo destino original era Panamá, Brasil, Perú o Argentina.  Pero, el azar quiso que estos migrantes iniciaran una pequeña comunidad junto a otros como los chinos y japoneses. 

Más adelante, a inicios de 1960, nace la República de Corea del Sur y esta crea una embajada en territorio venezolano. El establecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países y la bonanza causada por la explotación petrolera en Venezuela, transformaron a este lugar lejano en una estación de tránsito para los migrantes coreanos; donde pudieron beneficiarse de las visas y el trabajo legal. Como resultado de esto, muchos pudieron prosperar y seguir su viaje hacia Estados Unidos.

Entre 1960 y 1980, la comunidad coreana en Venezuela creció rápidamente y las reuniones familiares se hicieron cada vez más frecuentes. Con los años, esa tierra se convirtió en el hogar de los kyopo; quienes pudieron establecerse gracias a la creación de negocios pequeños, escuelas de Taekwondo e iglesia cristiana. Por ello, la cultura coreana no solo vivía en el hogar de estas familias, sino que impacta en la sociedad venezolana a través de los valores que se transmitían tanto por el deporte y como por la fe.

En 1990, Venezuela inicia un período de inestabilidad política que obliga a muchos coreanos a volver a migrar. Esta vez hacia comunidades más grandes en la región de Latinoamérica como Brasil, México y Argentina; o simplemente, regresar a Corea. Como consecuencia de esto, la comunidad se redujo a 300 personas. Durante muchos años, estas historias permanecieron solo en la memoria familiar hasta que, en el 2010, una joven coreano-venezolana llamada Suwon Lee (Caracas, 1977) redescubre su herencia y cultura.

Los kyopo (2010 - 2014) es el resultado de la búsqueda de Lee para responder a esa pregunta: ¿De dónde venimos? La artista recupera una parte de su historia por medio de la fotografía, nos brinda un espacio para el reconocimiento de los coreanos fuera de la Península y de sus hijos, una generación entre dos culturas.

Este es un trabajo importante en tanto que, le da rostro y nombre a una comunidad. Les permite a los coreanos en Venezuela la oportunidad de verse y ser vistos, reconocerse como grupo y compartir un espacio de su intimidad, sus casas y lugares de trabajo, sus celebraciones y duelos. 

Este trabajo es un acercamiento a la reconstrucción de la historia coreana fuera de Corea; donde no solo los grandes momentos marcan la vida, también lo hacen las pequeñas conquistas de los individuos. Los kyopo logran vencer las dificultades de la distancia, el idioma, el clima y ganarse un espacio en la sociedad venezolana. Desde allí pueden reconstruirse al reafirmar su identidad como coreanos y como migrantes.

La fotografía es la expresión de la existencia, una manera de documentar la identidad y dar testimonio de lo que somos. Por eso, en este trabajo, el retrato rompe la dicotomía entre ser de aquí o de allá. Como consecuencia de ello, Lee materializa la experiencia de crecer y vivir entre dos culturas; por un lado, la cultura coreana con sus colores, sabores, su larga tradición y orgullo nacional; por otro, la cultura caribeña de sol, baile, mestizaje e historia joven. De esta forma, los coreanos-venezolanos son tan coreanos como venezolanos. 

Los kyopo abrió la posibilidad para contar nuevas historias, y rescatar la identidad de los migrantes coreanos alrededor del mundo; quienes ahora podrán compartir sus nombres y rostros para dejar de ser una estadística en los libros. Hoy, gracias a Lee, Venezuela y Corea se encuentran una vez más en la migración; en la imagen de aquellos que llevan su Patria y cultura a nuevos horizontes para enriquecer y llenar de diversidad el mundo en el que vivimos.

R. Indira Valentina Réquiz Molina

2022

Leer investigación "La inmigración coreana en Venezuela [1962-2021]"

«교포»

 

"우리는 어디에서 왔는가?" 우리 정체성의 핵심을 짚는 이 말은 살아가면서 언젠가는 스스로에게 묻게 되는 질문이다. 우리가 어디에서 왔는지, 그리고 우리의 가족과 문화에 대해 알아간다는 것은 삶이 우리에게 준 이야기 속에서 우리 안의 작은 속삭임을 발견하는 것과 같다. 

 

14,876km. 이는 한국인들이 한반도로부터 남아메리카에 북쪽에 위치한 베네수엘라로 오기까지의 거리이다. 눈과 사막, 정글과 바다가 공존하는 이 열대 국가는 자신과 가족의 보다 나은 삶을 찾기 위해 고국을 떠난 많은 이들의 집이 되었다. 

 

1900년에서 1940년 사이에 베네수엘라에 처음 도착한 한인들은 아마 우연히 왔는지도 모른다. 상당 수가 일용직 노동자 혹은 어부였던 이들은 당초 파나마, 브라질, 페루 또는 아르헨티나를 목적지로 하는 이주민들이었으나 당시 중국인, 일본인들이 그랬듯 어쩌다가 베네수엘라에 함께 작은 공동체를 형성하게 되었다. 

 

이 후 대한민국이 건국되고, 1960년대 초, 베네수엘라 영토에 대사관이 설치되었다. 베네수엘라의 석유 개발로 인한 번영 중, 두 나라간의 외교관계 수립은 이 먼 땅을 한국인 이주자들이 비자와 합법적 노동의 혜택을 받을 수 있는 환승지로 바꾸어 놓았고, 그 결과 많은 이들이 이 곳에서 번영을 누리고 미국으로의 여정을 계속할 수 있었다.

 

1960년에서 1980년사이 베네수엘라 내 한인사회는 급속도로 성장했고 가족단위의 이민은 점점 더 늘어났다. 세월이 지나며 이 땅은 소규모 사업체, 태권도장, 교회 등의 설립을 통해 교포들이 자리잡는 터전이 되었고, 이에 한국문화는 이들의 가정에서 뿐 만 아니라 스포츠와 신앙을 통해 전달된 가치관을 통해 베네수엘라 사회에 영향을 끼쳤다.

 

1990년대 들어 베네수엘라는 정치적 불안기를 맞이하였고, 이는 많은 한인들이 다시 이주 길에 오르도록 만들었다. 많은 이들이 브라질, 멕시코, 아르헨티나처럼 더 큰 중남미 지역사회로 이동하거나 아예 한국으로 돌아가게 되었는데 그 결과, 베네수엘라내 한인사회는 300명으로 정도로 줄어들었다. 이러한 이야기들은 오랫동안 교포 가정 내 기억으로만 남아 있었고, 2010년 젊은 한국계 베네수엘라인인 이수원 (카라카스, 1977년생)에 의해 그들의 유산과 문화가 재발견 되었다.

 

«교포»(2010-2014)는 앞선 질문에 답을 찾기 위한 이씨의 결과물이다. "우리는 어디에서 왔는가?" 작가는 사진이란 매체로 자신의 역사의 일부를 복원하고 이를 통해 한국 밖에서의 한인들과 그들의 자녀, 즉 두 문화 사이에 존재하는 세대를 알아보기 위한 공간을 제공한다. 

 

이는 한 사회를 특정하는 얼굴과 이름을 부여하는 의미의 중요한 작업 이자, 베네수엘라의 한인들이 자신들을 돌아보고 또 자신들을 보여줄 수 있는 기회, 단체로서 자신을 인식하고 집과 직장 내외에서 축하와 애도, 친밀감을 공유할 수 있는 기회이다. 

 

이수원의 작품은 삶의 위대한 순간들 뿐만 아니라 개개인의 작은 성취도 조명하는, 한국 밖의 한인들의 역사를 재건하기 위한 하나의 접근이다. 교포들은 먼 타지에서 언어, 기후의 어려움을 극복하고 베네수엘라 사회에서 자신들의 공간을 확보하는데 성공하며, 이로부터 그들은 한국인 그리고 이민자로서의 정체성을 재확인함으로써 스스로를 재현해 나간다.

 

사진은 존재의 증명 이자 우리의 정체성을 기록하고 증명하는 방법이다. 그렇기에 이씨는 이 작품에서 "여기" 혹은 "저기" 라는 이분법적인 사고를 해체하고 두 문화 사이에서 성장하고 살아간 경험을 구현해 낸다. 그녀의 삶에서 한국문화는 색깔, 맛, 오랜 전통과 국가적 자부심으로, 카리브 문화는 태양과 춤, 혼혈 인종, 젊은 역사로 표현된다. 이처럼 한국계 베네수엘라인들은 한국인이자 베네수엘라인이다. 

 

«교포»는 전세계 한인 이주자들이 단순히 역사책 속 통계의 일부로 그치지 않게 그들의 이름과 얼굴을 공유하고 새로운 이야기를 들려줄 가능성을 열어준다.

오늘날, 베네수엘라와 한국은 이수원 작가의 작품을 통해 조국과 문화를 가슴에 품고 세계를 다양성으로 채우기 위해 새 지평으로 떠나는 이주민들의 삶을 만나 볼 수 있다. 

 

R. 발렌티나 래키스 몰리나

2022



The Kyopos
 
Kyopos are Korean people and their descendants permanently residing outside of Korea. There is one Kyopo for every ten residents on the Korean Peninsula and they are mostly concentrated between China, Japan, and the United States.
 
The diversity that the term Kyopo denotes is broad and includes a recent history of migrations and adaptations, as well as the collective creation of customs and hybrids - and in certain cases even new generations returning to the peninsula.


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The first migrations from Korea date back to the second half of the 19th century, headed mainly towards China and Russia. A second wave of emigrants left for Japan during the Japanese colonial period (until 1945). Korean migration is heading in considerable numbers to America as a result of an immigration reform in the United States in 1965.
 
In the 1960s, Hoe Nyun Chiong became the first Korean immigrant to arrive in Venezuela. A graduate of the Hankuk University of Foreign Studies in Seoul specializing in the Spanish language, he arrived in Maracaibo knowing a bit of the language - an advantage that’s not shared by many Korean immigrants to Venezuela.
 
The photographic record of this exhibition by Suwon Lee is closely linked to this narrative cycle. This intimacy colors all the images in this series. As a Kyopo herself, her personal and cultural histories enable her to deftly detect contrasting scenes and cultural points of convergence that are expressed in the practice of daily rituals; in a hanging flag over a business shop, or in the positioning of objects in the living room of a house that serves as the scene for a family portrait, for example.
 
The arc of the community’s history coincides with the stages of the artist's life. Suwon's father arrived in Venezuela in 1975 - well after Hoe Nyun Chiong immigrated, but prior to the arrival of most of the Koreans who began to settle in Venezuela in the late 1970s.
 
Lee is among the first generation of Kyopos born in Venezuela. Between the 1980s and 1990s, the population of Korean residents in the country peaked. She grew up surrounded by a version of the community that was large and growing. She also witnessed the departure of her generation in the years directly preceding this exhibition. 
 
In Caracas, she noticed that hers was a small and poorly documented community that had been thinning out without being replenished. The peril of disappearance and oblivion generate a deeply human impulse; that of affirming existence and telling the stories. That’s the context in which this unique record in the history of the Kyopo community of Venezuela was born.
 
Lee’s photographs show this longing, which is negotiated between affirmation and the fear of forgetting. The portraits move naturally between public and private spaces. Accompanied by her mother, Lee visits Korean businesses, concentrated in the center of Caracas and the Cementerio market; the latter home to the so-called “Korean corridor”.
 
In each business and in each portrait, Lee finds a story that she remembers and tells as if it were, in all cases, about a family member or friend. She listens to those who share the hardships of living in Venezuela, the danger and violence, but also the motivations to stay there. There are those who came from Korea under false pretenses but decided to make Venezuela their home anyway. Also those who left Venezuela citing difficulties but returned seeing its opportunities anew. There are those who are bound by duty; children who assume responsibilities in times of adversity and parents who came to Venezuela, leaving what they know for a strange place with the sole purpose of giving their children a better life. The opportunity to capture each family’s portrait marks a moment in time and betrays its impermanence. It is precisely this concern for the ephemeral, beyond conjecture, that requires written history and records.
 
Lee's camera also enters private homes - always in December - understanding the circumstances that unite families that are often dispersed. Now it is the new generations who leave to live abroad, many of them with Korea as their destination. It is the contrast between documentary distance and the intimacy of belonging that creates such powerful images. The series consists of family portraits, photographs of community events and Korean businesses; negotiating between the naturalness of the family portrait and the seriousness of a historical record.
 
The artist successfully navigated this double lens of duty in this series. On many occasions the formality implied by an activity, such as the portrait or the development of a line of historical documentation, becomes simply the framework for more informal access to the subject; and in that way find a way to naturally document the community that has surrounded her since her birth in Venezuela more fully. In the end, it offers everything that an ambitious documentary project like this one could possibly hope for.

Michelle Benaim Steiner

2014



Los kyopos

Se denominan Kyopos a personas coreanas o sus descendientes residiendo permanentemente fuera de Corea. Hay un Kyopo por cada diez residentes en la península de Corea y están en su mayoría concentrados entre China, Japón y los Estados Unidos.
 
La diversidad que denota el término Kyopo es evidente e incluye una historia reciente de migraciones y adaptaciones, así como la creación colectiva de costumbres e híbridos – y en ciertos casos incluso la vuelta a la península de las nuevas generaciones.
 
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Las primeras migraciones de Corea datan de la segunda mitad del siglo XIX, dirigidas principalmente hacia China y Rusia. Una segunda ola de emigrantes salio hacia Japón durante el período colonial japonés (hasta 1945). La migración coreana se enrumba en números considerables hacia América como consecuencia de una reforma migratoria en los Estados Unidos en el año1965.
 
El primer coreano en llegar a Venezuela es Hoe Nyun Chiong en los años sesenta. Licenciado del Hankuk University of Foreign Studies en Seúl con especialización en lengua española, llega a Maracaibo sabiendo un poco del idioma – una ventaja del que pocos inmigrantes coreanos a Venezuela comparten.
 
El registro fotográfico de esta muestra,  realizado por Suwon Lee, está íntimamente ligado a ésta narrativa y a éste ciclo. Esa intimidad tiñe todas las imágenes de esta serie. Su experiencia personal como Kyopo y su propia historia cultural le permiten detectar escenas de contraste y puntos de convergencia culturales que se expresan en la práctica de rituales cotidianos; en una bandera guindada sobre un negocio, o en el posicionamiento de objetos en la sala de una casa que sirve de escena para un retrato familiar, por ejemplo.
 
El arco de la historia comunitaria coincide casualmente con las etapas de la vida de la artista. El padre de Suwon llega a Venezuela en el año 74 – después de la llegada del primer inmigrante coreano al país, pero antes de la llegada de la mayoría de los coreanos residenciados aquí, quienes se comenzaron a instalar hacia finales de los años setenta.
 
Lee está entre la primera generación de Kyopos nacidos en Venezuela. Entre los años ochenta y noventa el número de residentes coreanos en el país llega a su punto máximo, y ella crece dentro de esta versión de la comunidad, numerosa y creciente. También es testigo de la partida de su generación en los últimos años.
 
Notando en Caracas a una comunidad pequeña y poco documentada que adelgaza y que no se renueva, nace este registro único en la historia de la comunidad Kyopo de Venezuela. El peligro de la desaparición y el olvido generan un impulso profundamente humano; el de afirmar existencia y contar las historias.
 
Éstas fotografías evidencian este deseo, que se negocia entre la afirmación y el temor al olvido. Los retratos se pasean con naturalidad entre lo público y lo privado. Acompañada por su madre, Lee visita negocios coreanos, concentrados en el centro de Caracas y el mercado del Cementerio, este último sede del “pasillo coreano”.
 
Encuentra en cada negocio y en cada retrato una historia que recuerda y relata como si se tratase, en todos los casos, de un familiar o un amigo. Escucha quienes cuentan sobre las dificultades de vivir en Venezuela, la inseguridad y la violencia, pero también las motivaciones a quedarse aquí. Hay quienes llegaron de Corea bajo falsas premisas pero deciden hacer un hogar aquí de todas maneras. También quienes abandonan este país por sus dificultades pero regresaron por sus oportunidades. Hay aquellos que se amarran por el deber; hijos que asumen responsabilidades en momentos de adversidad y padres que llegaron al Venezuela sacrificando vivir en un lugar que conocen con el único propósito de dar una mejor vida a sus hijos. La oportunidad de tomar el retrato familiar es privilegiado en el tiempo y traiciona su impermanencia. Es precisamente esta preocupación por lo efímero, más allá del plano coyuntural, lo que exige registro e historia escrita.
 
La cámara de Lee entra también a casas particulares – siempre en diciembre – entendiendo las circunstancias que reúnen a familias muchas veces dispersas. Ahora son las nuevas generaciones quienes parten a hacer vida en el exterior, muchas de ellas con Corea como destino. Es el contraste entre la distancia documental y la intimidad de pertenencia que crea imágenes tan poderosas. La serie se compone de retratos familiares, fotografías de eventos comunitarios y de comercios coreanos; negociando entre la naturalidad del retrato familiar y la seriedad de un registro histórico.
 
Lee logra su cometido doble con gran éxito en esta serie. Y es que en estas fotografías se puede observar que en muchas ocasiones la formalidad que implica una actividad como el retrato o el desarrollo de una línea de documentación histórica pasa a ser simplemente el marco para un acceso más natural al sujeto, para abarcar de forma más orgánica a todo eso que la ha rodeado desde su nacimiento en Venezuela. Es sin lugar a dudas el resultado ideal de un proyecto de registro tan ambicioso como este.

Michelle Benaim Steiner

2014

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