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Días y noches. Apuntes de lo cotidiano

 

El amor es siempre la posibilidad de asistir al nacimiento del mundo

Alain Badiou, Elogio del amor

 

Asistimos a un acontecimiento, al de un encuentro devenido construcción permanente, al de la asunción de la diferencia como forma de creación. Pero éste es en realidad un acontecimiento doble, aquel que nos es ajeno en su sucesión de días y noches -en su cotidiano devenir-, y el de su transformación en obra a la vez que exposición.

¿Porque cómo es posible asistir a un diálogo íntimo que no sea desde la expectación, desde la contemplación de aquello que es, que puede o que quiere ser, develado?

Reafirmación de un encuentro, de una declaración que se conjuga en distintos tiempos verbales, en Heima contemplamos también un juego de contagios, de afinidades y correspondencias creativas que han querido, primero experimentarse, y luego hacerse visibles ante los otros; como posibilidad de vida, como apuesta temporal, como espacio de creación, como periplo de miradas y sensibilidades puestas en un lugar indescifrable para aquellos que no somos parte de esa comunidad íntima, de esa “comunidad mínima”.

Es imperioso decirlo, en esta apuesta de dos que se ha hecho experiencia compartida, estamos frente a subjetividades, obras y trayectorias, que por primera vez han decidido asociarse para la construcción de una práctica en común, para una puesta en escena conjunta que se afirma en las diferencias, en las cercanías y en los cruces. Sin embargo, es un hecho público, que no debemos dejar a un lado, que su nombres no pueden estar disociados en la escena pública del arte actual en Venezuela pues desde 2005 llevan adelante ese proyecto que es Oficina #1; un espacio de promoción del arte joven, emergente y sobretodo contemporáneo en el país, que revela otro hacer cotidiano devenido obra; obra que es propia, que es compartida y que es también espacio para la obra de otros.

Si asumimos que “solo el arte restituye la dimensión sensible de lo que son un encuentro, una sublevación, una emoción” (Badiou, p. 24) La delgada línea sería la síntesis perfecta de este acontecimiento que se vive y se expone. Dos hilos de lana -que provienen de la ÞEL (thel), la capa más profunda de las ovejas islandesas- de colores similares pero distintas tonalidades, se superponen en un mínimo espacio, sin ataduras irreversibles. Cada uno de ellos se proyecta a partir de esa zona compartida hacia un punto distante que deja caer sus ovillos hasta el suelo. Metáfora sencilla de dos cuerpos, de dos almas entrelazadas, desplegadas en el mundo en sus diferencias.

En esta experiencia de obra colaborativa, dos videos también comparten autoría. En Ást, un plano cerrado registra la caída partículas de polvo y su rápida acumulación, para dar paso a una secuencia de imágenes en las cuales las manos de sus autores tratan de recoger esta substancia, la cual inevitablemente se les cuela por las rendijas de los dedos, haciendo así imposible la experiencia de la contención. Materia volátil, voluble e indomable, el polvo se convierte en imagen de aquello que escapa al control, y que, como el amor, no acata normas, leyes ni voluntades y solo aceptar su propia capacidad de transformación.

Pero si los sentimientos son incontrolables, también son inasibles como la luz que percibimos. Y es precisamente en esta imposibilidad de reducción, de concreción material de aquello que se hace de espectros, hacia donde apunta la pieza Encuentro; un video en el que con el mínimo recurso de pequeños cristales suspendidos se intenta establecer una correspondencia entre lo concreto y lo perceptible, entre lo cotidiano y lo representable, entre la realidad y la ficción.

Pero este diálogo al que asistimos no solo se compone de obras en conjunto, de actos, -porqué no decirlo- de negociación, pues tal y como señalan los hilos de lana, sus destinos creadores también buscan espacios de individuación, no exentos de posibilidades de afectación, de correspondencias en sus búsquedas, desde ámbitos y lenguajes de trabajo que les son propios. Pues si Suwon Lee ha hecho del estudio de los fenómenos naturales, del paisaje, de las cualidades de la luz y de los astros luminosos el eje sobre el que gravita el trabajo fotográfico que ha venido desarrollando en los últimos años, el imaginario de la obra de Luis Romero está plagado de constelaciones que alojan “nocturnos”, planetas, cartografías, paisajes, símbolos y articulaciones del lenguaje desde medios como la pintura, la gráfica, el video, la fotografía y la instalación.

Es así como si de un juego de refracciones se tratara, Suwon Lee presenta en esta muestra su pieza Moonset, una secuencia fotográfica compuesta de 18 imágenes en las cuales recrea mediante la fotografía una puesta de luna –fin de la noche, comienzo del día–, así como 1'47, un paisaje estrellado, fragmento temporal de un universo infinito; mientras Luis Romero se adentra en los misterios de la noche y del cosmos desde su síntesis, desde sus formas más elementales de representación por medio de un conjunto de monotipos a una sola tinta de la serie Obertura, hechos a partir de la ausencia de una presencia, así como a través de su serie Monocromía: Negro. Pero Romero también nos aproxima a ese universo que nos es ajeno, y del que una vez más solo somos espectadores, fabuladores, con su pieza escultórica Expansión, metáfora de un más allá imaginado -de una constelación inexistente-, pero también de la duplicidad, de la posibilidad de creación de un micro mundo contenido de luz y de opacidad, hecho a partir de la réplica, del encuentro de puntos de articulación que se experimentan a partir de la fragilidad , capacidad de expansión y suspensión de sus elementos.

No sé ni cuántas veces ni en cuántas partes del mundo Suwon Lee y Luis Romero se han detenido a contemplar el ciclo del día y la noche, a observar cómo tiritan los astros a lo lejos, ni tampoco cómo han experimentado la luz y la oscuridad, pero puedo imaginarlos, tratando de calcar las líneas de Badiou (p. 10), juntos sobre una piedra, en un llano o en una colina mirando más allá del horizonte; puedo imaginarlos siendo incorporados a ese “único Sujeto, el Sujeto de amor que intenta el desplegamiento de un mundo a través del prisma de nuestras diferencia”; asistiendo al nacimiento de un mundo –ajeno para todos– que ahora se presenta como una voluntad generosa que desafía los dogmas de la incredulidad.  

 

Aixa Sánchez

 

[Referencias] Badiou, A. “Elogio del amor”.
http://www.curcecontemporáneo.files.wordpress.com/…/badiou-elogio-del-amor.pdf
 

works

Heima, 2013

 

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